09 agosto, 2009

Dime cómo escribes y te diré quién eres



Desde este espacio siempre intento recordar la vital importancia que se merecen los distintos modos a través de los cuales nos relacionamos, sea mediante gestos, por escrito o verbalmente, entre tantas otras.
Como había afirmado al momento de unirme a la cruzada “Eres lo que escribes. Eres cómo escribes”, nuestro idioma es una ciudad imaginaria que entre todos levantamos. Y es el vector mediante el cual logramos trazar un puente imaginario de significado con el otro y, así, acercar ambas orillas hacia el entendimiento mutuo. En tal sentido, me alegra saber que no son pocos los que –alrededor del mundo- se unen sin importar las fronteras en pos de defender nuestra lengua.
A estar tarea se abocó Pablo Zulaica Parra, un español hoy radicado en México, que puso manos a la obra y comenzó a ejercer el rol de corrector. De este modo, diseña e imprime tildes, no acentos y reglas gramaticales básicas que pega en los carteles de vía pública que poseen entre sus líneas faltas.
Esta iniciativa lúdica, que Pablo bautizó como Acentos Perdidos, “nació del interés por la redacción correcta y con el propósito inicial de generar ruido para ofrecer servicios particulares de corrector, pero que tiene actualmente el objetivo más amplio de servir como reclamo universal para una mejor ortografía”.
Además de ser una creativa y eficaz estrategia de automarketing, hoy AP ya ha sumado adeptos en todas partes del mundo (ilustran este post correcciones en carteles de Madrid y de Buenos Aires, sólo como ejemplo) que se dan a la tarea de convertirse en los Robin Hood de la gramática, devolviendo tildes y sentidos a aquellas palabras que se vieron despojadas de los mismos.
Tuve la exquisita posibilidad de dialogar con Pablo para que me cuente un poco más de Acentos Perdidos:

¿Cuáles consideras son las razones de las fallas ortográficas en carteles cuando son cometidas por grandes marcas?
Todos somos humanos y a todos se nos pasan erratas, no creas que nunca he tenido que agachar la cabeza ante el jefe. Pero la causa de la reincidencia es, sobre todo, la desidia. Para corregir se debe ser metódico y sí, un poco obsesionado. Como un médico, a ver quién quiere que le opere un médico que no es metódico. Pero el trabajo de corrector se parece más al de portero de fútbol. Pocas veces gana, normalmente es más villano que héroe. Aunque también puede ser divertido, te ríes mucho con algunas faltas.
En relación a esto, en su tercer postulado, AP sostiene que “la iniciativa persigue generar sonrisas y no enfados y para ello AP, siempre que puede, pide permiso para adherir acentos o bien los coloca de manera que no cueste demasiado desprenderlos”.

Pero las marcas no son las únicas que se equivocan, ¿no es así?
No!. En particular, no me explico cómo los políticos (que son o intentan ser grandes marcas parlantes) escriben tan mal y no perciben que todo lo que uno hace o dice repercute en su propia imagen. Quizás es falta de atención, pero ello lleva a sospechar, en el fondo, de falta de preparación.
Si se tiene la formación y la atención necesarias, la forma de evitar errores humanos es que, en lugar de dejar la responsabilidad al impresor, o al corrector, o a quien pase por debajo del anuncio, lo revisen todos y cada uno de los responsables: el redactor, el director creativo, el ejecutivo de cuenta y su supervisor, de parte de la agencia; y los ejecutivos, el director de comunicación y, si es un mensaje importante, hasta los directivos del cliente. Cuatro ojos ven más que dos, y catorce ven más que cuatro. Creo que esto no se hace mucho. No hay otra fórmula. Por eso es que a veces, o no todo el mundo está haciendo su trabajo, o no se entiende cómo sucede.
Respecto de los políticos, AP ha destinado un postulado completo dejando en claro lo inadmisible que resultan las fallas en los discursos de nuestros dirigentes: “AP no se indigna tanto con las incorrecciones de los negocios particulares, y sí con aquéllas en las que caen las marcas, los entes públicos o los políticos, y considera que éstos sí tienen responsabilidades sociales inherentes tales como la de comunicar correctamente”

¿Alguna empresa te ha manifestado su potencial enfado ante tu contribución en su cartel?. O caso contrario, ¿alguna te ha hecho llegar su agradecimiento por tu aporte?
No me ha sucedido, ni han corregido sus fallos, que yo sepa, ni me han buscado problemas. Creo que lo más recomendable para una empresa (formada por muchas personas) en caso de que le corrijan, es asumir el error. Y no porque lo diga yo, sino porque queda establecido por la norma, y, si ésta es clara y la corrección es pertinente, salir del error.
En cuanto a los agradecimientos nunca han sido, al menos, explícitos. Sin embargo, algunas sonrisas y formas de dar permiso son mejor que un agradecimiento…

Si regresas a un cartel que has modificado y el sticker sigue allí, lo tomas como un respeto hacia la corrección o como neta desidia?
El caso es que muy pocos los han quitado. Seguro que se combinan ambas reacciones. Lo que no he visto es que hayan pintado el acento real con su debida tipografía. A veces, al cabo de un par de semanas me los encuentro colgados de una esquina, arrugados sobre sí mismo por la lluvia.

¿Consideras que las faltas ortográficas se van acentuando conforme se suceden las distintas generaciones? ¿Crees en el postulado que afirma que el microblogging, el sms y las redes sociales han -en su inmediatez e informalidad- causado un daño irreparable a la lengua?
Pienso que sí. La tecnología es, entre otras cosas muy útiles, una fantástica herramienta para atrofiar cerebros. Y nosotros nos dejamos hacer.

¿Cómo consideras AP: una expresión artística ciudadana; un rol social; una actividad lúdica? ¿otro?
Los tres calificativos. Lo de artístico, más en el plano conceptual que por el estético: los acentos son muy sencillos y no se camuflan intentando subsanar el error, sino haciéndolo más visible. Además, lo considero una ‘desacademización de lo académico’. Una forma más amena que la que nos enseñaron (que se ve que no cuajó) de aprender a vernos mejor. Igual que el cabello o la ropa, cómo escribes habla de ti y te puede echar por tierra, por ejemplo, una entrevista de trabajo.
La simpleza y aún así radical importancia de la comunicación.

0 comentarios: