12 abril, 2009

Revalorizar profesionales: el compromiso de uno

Son pocas las cosas que nos suceden sin que siquiera podamos anticiparlas. Y eso se debe fundamentalmente a que son muy pocas las situaciones que atravesamos en las que no hayamos tenido, al menos en parte, injerencia en ella.
En mi post anterior hablaba de la responsabilidad ajena a otorgarnos como profesionales el valor que merecemos, tanto en virtud de nuestra importancia laboral, como del respeto de nuestra persona, como individuo.
Y como no es recomendable “mirar la paja en el ojo ajeno”, al compromiso de los terceros, debemos sumarle nuestra propia cuota de responsabilidad frente a la tarea diaria y a la imagen que proyectamos como profesionales.
La jornada laboral no es ni más ni menos que una parte de lo que somos como personas. La forma en que nos tomemos la tarea, la responsabilidad que imprimamos al desafío propuesto, la predisposición que mostremos para la resolución de una situación, el compañerismo que dejemos implícito en auxiliar a un colega y la forma de expresarnos verbalmente con superiores, pares o súbditos dirá más que una planilla de producción.
Apelando una vez más al “todo comunica”, las actitudes hablan muy por sobre la posible consecución del objetivo propuesto. Incluso la escala de valores que demuestre el profesional, y que orientará involuntariamente su forma de proceder, será un indicador que no debería ser subestimado. Ni por aquellos que evalúan, ni por aquellos que se jactan de actuar siempre en pro del prójimo, pero que “justo” tuvieron una emergencia cuando su par miembro de su equipo se debatía en un frente de tormenta.
Por ello, intenten -fundamentalmente aquellos que dan sus primeros pasos en el ejercicio de la profesión- desenvolverse de manera coherente con los valores que los rigen como personas. Sepan decir que no con fundamentos y sepan decir que sí con convicción. En la gestión de la imagen, el primer desafío es con Uds mismos y sus públicos.

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