27 enero, 2009
Comparto con Uds. algunas de las muchas ideas interesantes que reúne este artículo de Rodrigo Losada titulado “La construcción ética de un nombre”. Si bien el mismo se orienta a los profesionales del diseño, sin duda podemos relacionarnos con varios de sus conceptos:
El profesional se encuentra frente a dos opciones contrapuestas a la hora de denominar su estudio: nombre de fantasía o nombre propio (patronímico).
La mejor forma de identificarse a la hora de iniciar la carrera profesional es la que represente de manera más fiel el espíritu del emprendimiento que se comienza.
Si en lugar de responder al genuino carácter del sujeto al que se refiere el nombre se impone desde afuera, motivado por un «querer ser» artificial, por conveniencia o simplemente por gusto, se resentirá la coherencia del binomio que asocia el ser y la apariencia del profesional. Muchos transitan este proceso de denominación como una arbitraria dotación de símbolos, elegidos y organizados de manera azarosa; y aunque para la mirada superficial esta conducta se muestre como un alegre e inofensivo divertimento, su consecuencia puede ser —a futuro— la escisión del plano de interioridad y exterioridad del emprendimiento.
El origen de tal conflicto debe rastrearse en los miedos y carencias —justificados— que el profesional experimenta en sus inicios. Por ello, de la manera en que éste se pare frente a tales adversidades, sea para enfrentarlas o disimularlas puede depender la totalidad de la carrera que a futuro pueda desarrollar. En este sentido, lo que correspondería a un nuevo emprendedor sería aceptar que se encuentra al inicio de un largo camino de aprendizaje para el cual no hay atajos, aceptar que sólo tiene su nombre y que para muchos éste puede no significar nada, pero también tiene las herramientas para cargarlo de sentido.
Muchos dejan de lado el patronímico considerando que necesitan una denominación de mayor escala, guiados por un prejuicio que menoscaba la jerarquía del trabajador independiente respecto de la de otro tipo de organizaciones estructuradas de manera más corporativa; optan entonces por titulaciones de pretendido mayor rango, como si alguna de esas nomenclaturas confiriera jerarquía a priori, por el simple hecho de ser su portante. A menudo nace en los nuevos profesionales cierta urgencia por nombrarse, darse apariencia y adoptar las maneras dignas de una empresa, actitud que no resulta en nada más que un frágil artificio exhibicionista. La eterna cuestión del accidente sin sustancia se hace patente en la intención de lograr un status superior por la mera elucubración de un nombre, por la impostación de una fachada instantánea.
Encuentro una virtud fundamental en el uso del patronímico, y es que lleva implícita la promesa de una relación personal, que en muchos casos puede ser la plataforma propicia desde la cual entablar un vínculo de confianza con el cliente.
Partir del nombre es una buena decisión para iniciar una relación personal, franca y de igual a igual, evitando falsas e impuestas asimetrías de status. Lo que el cliente necesita es alguien que lo entienda, a quien pueda entender y que no lo subestime porque no sabe la diferencia entre logo e isologo. El espacio inclusivo en el que este encuentro puede darse mas armónicamente es el diálogo interpersonal que parte de «lo humano», para homogenizar las singularidades con las cuales cada práctica profesional va cargando a la persona.
En definitiva, la elección del patronímico es un acto positivo y fundamental no solo desde la perspectiva pragmática sino además en su dimensión ética. El profesional que compromete su propio nombre en la competencia que juegan las marcas, y que lo sostiene valiéndose del genuino ejercicio de su profesión, de una manera coherente con el espíritu del emprendimiento que inicia y consecuentemente con su manera de ver el mundo, encarna una toma de partido trascendente, independientemente de los resultados.
http://foroalfa.org/es/articulo/172/La_construccon_etica_de_un_nombre
Etiquetas: Relaciones Públicas
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